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Con su vida, muerte y resurrección, Jesucristo estableció la alianza nueva y eterna de la amistad entre Dios y los hombres. - Por ser Dios de Dios. enviado del Padre, Jesús introduce en el mundo el amor eterno de Dios, haciendo que se viera y se palpara en El la misericordia divina. - Por ser hombre como nosotros, Jesús ofrece a Dios actos de amor humano sumamente agradables. Y al ser glorificado en el cielo en su naturaleza humana, Jesús permanece a la derecha del Padre, «siempre vivo para interceder por nosotros» (Heb 7, 25). 7.-la fuerza del Espíritu Jesús, que dejó la tierra vendo al cielo en cuerpo y alma, se quedó espiritualmente en medio de la comunidad t!e sus discípulos. Esta permanencia de Jesús no fue sólo en el recuerdo, al modo como queda grabado en una familia el recuerdo de un miembro que se ausenta o muere. La presencia de Jesús se verifica por una fuerza personal divina: el Espíritu Santo, que llenó a los apóstoles el día de Pentecostés y que sigue habitando en el interior de todos los cristianos, dándonos la vida sobrenatural y agru¡::ándonos en torno al ideal · de Cristo para formar el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia. 8.-EI cristiano vive en la esperanza En Jesucristo «se maniiestó la gracia salvadora de Dios a todos los hombres» (Tit 2, 11 ) . Para participar en esta gracia Jesús exige de nosotros que no nos atemos con nuestro egoísmo a los bienes de la tierra, sino que «renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos sobria. justa y piadosamente en el siglo presente, como pueblo de Dios, fervoroso en buenas obras» (Tit 2, 12-14). Tenemos un destino eterno que preparamos en esta vida, un destino que se realizará plenamente en toda la humanidad al final de los tiempos. 10 Entonces volverá Cristo revestido de gloria, como tiene anunciado. - Los muertos resucitarán y recibirá cada uno, según sus obras, pre,iio o castigo. - Los que aceptaron y vivieron el mensaje de Cristo entrarán
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