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con todos los miembros de Cristo y a la amistad filial con Dios Padre, perdida por el pecado. El pecado, por su trascendencia social como ofensa a Dios y como ofensa a la comunidad de los hijos de Dios, exige una reparación ante Dios y ante la comunidad. Esto se real'iza al confesar nuestra culpa al sacerdote, que representa a Dios y a la Iglesia al mismo tiempo. 4.-Arrepentimiento y confesión sincera Dios _no acepta servicios sin amor. Y el amor de Dios exige donación entera. Cualquier afecto desordenado a las vanidades del mundo impide la vida de amistad con Dios. Por eso, no hay posibilidad de que el sacramento de la penitencia surta efecto, si el pecador no se arrepiente de sus faltas, reconociéndose pecador, indigno de la amistad divina; y odiando con todas sus fuerzas el pecado. Y, como miembro infiel de la comunidad cristiana, ha de someter al juicio de la Iglesia su situación de pecador. Dios conoce nuestros pecados antes de que nosotros los digamos; pero quiere que los digamos a su representante para que, a través de él, la Iglesia conozca nuestro arrepentimiento y nosotros nos sintamos sensiblemente amparados por la misericordia de Dios, que nos perdona también por medio del sacerdote. No pudo Dios inventar mejor medicina para curarnos de los pecados. 5.-Liturgia de la penitencia Los fieles pueden prepararse privadamente o en común para recibir el sacramento de la penitencia. Luego, cada uno confiesa humildemente y en privado sus pecados al confesor. Este impone por los mismos alguna obra de satisfacción («penitencia»), que el penitente aceptará y cumplirá después en reparación de sus pecados. El sacerdote, entonces, le absuelve de sus culpas, diciendo: 112
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