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1O. El pecado del cristiano y la misericordia de Dios 1.-Destrucción del templo de Dios El cristiano, hecho hijo de Dios por la gracia del bautismo, puede ser infiel al Espíritu Santo, que habita en su alma como en un templo. El pecado mortal aparta de la amistad divina, atrae la ira de Dios, destruye el templo del Espíritu Santo. <<¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno profana el templo de Dios, Dios le destruirá . Porque el templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros» (1 Co 3, 17) . 2.-Vivimos entre tentaciones La gracia del bautismo no nos hace impecables. El demonio, el mundo y la carne nos proponen continuamente valores y placeres que no pueden admitirse sin quebrantar la ley divina. - El demonio tentó al mismo Jesucristo, después de su ayuno en el desierto (Cf. Mt 4, 1-5). «Como león rugiente, anda rondando y busca a quien devorar» (1 Pe 5, 8). - El mundo en que tenemos que vivir está lleno de conc1:.1pis– cencia de la carne, avaricia de los ojos y orgullo de la vida (1 Jn 2, 16) . - La carne ataca al hombre desde su mismo interior. Lo dice San Pablo: «Siento otra ley en mis miembros que repugna a la ley de mi espíritu y me encadena a la ley del pecado que está en mis miembros» (Rm 7, 23). Las lecturas, los espectáculos, los compañeros, son a veces quienes nos incitan al mal. Se convierten entonces en tentaciones. 102
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