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vantado hombres, con pretensiones de profetas, que nos quieren retorcer lo sencillo, y pretenden oscurecer lo resplandeciente. Cualquiera que se meta por el sendero tortuoso de las cien– cias teológicas se encuentra con no sé cuántas teorías que nos vienen a decir que dos y dos no son cuatro, como siempre creía– mos, sino que ahora tenemos que creer algo distinto. ¿Por qué? Porque lo digo yo, porque hay que ser modernos. Como si la cien– cia fuese una moda que cambiase según las temporadas. Eso que resulta inadmisible en cualquier ciencia es desastro– so tratándose de lo religioso. Por ello el Papa ha levantado la voz un día de San Pedro para advertir lo siguiente: "Se diría que en el templo de Dios ha entrado, por una grie– ta, el humo de Satanás; existe la duda, la incertidumbre, la proble– mática, la inquietud, la insatisfacción, la confrontación. Ya no se confía en la Iglesia, sino que se confía en el primer profeta que nos habla desde algún periódico o desde algún lugar social, para preguntarle si él tiene la fórmula para la verdadera vida". No estamos contra lo novedoso. No podemos estar en estos tiempos de renovación. Son necesarios, los pioneros que comien– cen a abrir. nuevos caminos. Pero por favor, cuando se trata de cosas que atañen a la fe, no se pueden hacer juegos malabares. Eso queda para los circos. Pues cuando tocamos todo lo que ata– ñe al Evangelio un gran respeto debe presidirlo todo. El mismo Pablo VI siguió diciendo el día de San Pedro: "Ha entrado la duda en nuestra conciencia y ha entrado a través de ventanas que debieran estar abiertas a la luz: la ciencia, porque la ciencia está hecha para darnos verdades que no nos alejen de Dios, sino que nos induzcan a buscarle aún más y con mayor intensidad". Pienso que esa ciencia está ofrecida por unos seudocientífi– cos. El auténtico es honrado, sincero, humilde. Tiene el valor de desdecí rse cuando sabe que se ha equivocado. No lanza una fór– mula al mercado de la vida sin estar cierto de su total veracidad. Pero cuandó se busca más la notoriedad que la verdad, entonces se cometen estos crímenes de lesa espiritualidad que están des– orientando a los cristianos en las verdades más firmes de la fe. 97

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