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Decimocuarto do1n1ngo Zacarías 9, 9-10 Romanos 8, 9. 11-13 Mateo 11, 25-30: "En aquel tiempo, Jesús ex– clamó: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se /as has revelado a fa gente sencilla". ¡BIENAVENTURADOS LOS SENCILLOS! ¡La rara sencillez! ¿Quién dijo esta frase? Lo cierto es que resulta difícil ser sencillamente sencillos. Incluso escribiendo. Cé– lebre es la anécdota de aquel escritor que luego de redactar un artículo lo leía a la secretaria y si ésta lo entendía lo volvía a re– hacer porque le resultaba indigno el que le entendiesen las secre– tarias. ¿Entonces para quién escribía? La sencillez, la transparen– cia, el saber decir dos cosas con dos palabras es una de las gran– des cualidades de los grandes estilistas. Pero mucho más importante es ser sencillos en la vida. Ser lo que cada cual debe ser. No adoptar una pose, un fingimiento. Ser, como hoy se repite tanto, sinceros. Incluso en la vida cristiana. Justo lo que alaba hoy Cristo en el Evangelio. "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla". Y lo revelado son los misterios de la fe. Revelados para to– dos. Complicados para aquellas personas interiormente retorci– das, hipócritas, soberbias. Porque la revelación ha venido para to– dos, como la luz del sol. Lo que sucede es que no entra donde se cierran las ventanas. Pienso que las palabras de Cristo tienen hoy una inmensa ac– tualidad. Porque sobre la gran peana de la notoriedad se han le- 96

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