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respecto del cristianismo. Cualquiera puede contrastar la grande– za del cristianismo y la indigna conducta de muchos cristianos. Si los cristianos nos portamos conforme al Evangelio -y esto me lo digo a mí mismo-, el mundo se convertiría rápidamente. Por eso se piden ahora testimonios. Cuando alguien comien– za a hablar, en seguida se examina si su vida es conforme con aquello que dicen sus labios. Y cuando existen verda– deros testimonios de vida cristiana entonces esas personas -vi– vas o muertas- arrastran a otras muchas en pos de sí. El último beato franciscano elevado a los altares -que yo re– cuerde ahora- ha sido el franciscano polaco P. Kolbe. Ese hombre, preso en un campo de concentración nazista, dio un paso adelan– te cuando oyó que un hombre escogido entre muchos avanzaba diciendo: "¡Pobre esposa, pobres hijos míos!" Sin duda, muchos oyeron aquellas palabras. Y aquellos eran cristianos, pues eran po– lacos, y suelen ser católicos en un noventa y nueve por ciento. Pe– ro sólo él pidió al jefe del campo morir por aquel hombre. El mar– chó con alegría a la muerte, aunque era aún joven, porque pudo ayudar a sus compañeros, que serían quemados en los célebres hornos crematorios. Ahora la Iglesia ha reconocido ese gesto co– mo auténticamente cristiano. Sin duda que habrá muchos otros gestos similares. Pero lo importante sería que cada uno de nosotros viviese tan sinceramen– te el evangelio que estuviese dispuesto a multiplicar actos simila– res, más o menos heróicos. Porque el Evangelio está escrito con palabras, pero su columna vertebral es la caridad. El día de las cuentas se nos examinará sobre el amor. El Evan– gelio nos lo dice y San Juan de la Cruz nos. lo recuerda. Aquel día será el de las cuentas claras. Aprendamos a sumar saldos po– sitivos conformando nuestras vidas a la palabra de Cristo. No se nos vaya la vida en alabanzas a una doctrina que es, ciertamente sublime, pero que pide más que palabras. Eso sería edificar so– bre falso fundamento. La ruina sería inevitable. Edifiquemos sobre roca escuchando la palabra de Cristo y poniéndola en práctica". 87
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