BCCCAP00000000000000000000934

Tercer domingo de Pascua Hechos 2, 14. 22-28. 1 Pedro 1, 17-21. Lucas 24, 13-35: "¿No era necesario que el Me– sías padeciera esto para entrar en su gforia?" EN EL CAMINO DE LA VIDA En el camino de Emaús, Jesús encontró a dos de sus discípu– los hundidos por el dolor. En el camino de la vida de cada uno de nosotros hay días ne– gros, inmensamente tristes, en que la nube del dolor nos lleva, in– cluso, hasta el borde de la desesperación ... ¿Cuál es nuestra actitud? Esquematizando una cosa tan sutil y personal como el dolor podemos reducir nuestras actitudes a tres: renegar del dolor, lu– char contra el dolor, bendecir el dolor. Los que reniegan del dolor merecen que se !es perdone por– que no saben !o que hacen. ¿Para qué? Para sentirlo más hondo en el alma y en el cuerpo. Si vamos, en esta primavera tornadiza, por un sendero campesino y una espina se nos clava en !a carne de nuestro pie, no renegamos contra ella, no la pisoteamos ... Lo único que entonces conseguiríamos, sería que se clavase más hon– do en nuestro cuerpo. Por eso !os que reniegan del dolor merecen que se les perdone porque no saben lo que hacen ... Muchos, muchísimos, luchan contra el dolor. El dolor es casi tan antiguo como la humanidad y desde siempre la humanidad le ha declarado la guerra y ha hecho bien. La humanidad sigue avan– zando. Va ganando batallas. Cada vez que se a.bre una clínica, ca– da vez que un doctor se viste de blanco y empuña un bisturí como un caballero legendario que ha declarado la guerra al dolor, cada vez que se anuncia un nuevo calmante y todos corremos a com– prarlo con la esperanza de que desaparezca ese dolor que se nos resiste ... , declaramos la guerra al dolor. Y las salas de fiestas, y los viajes de recreo, y la promoción del turismo, y los toques de alegría en nuestra alma: 52

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz