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¡RESUCITO! Domingo de Pascua Hechos 10, 34a. 37-43. Colosenses 3, 1-4. Juan 20, 1-9: "Entonces entró el otro discípu– lo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó". Quizá pocas verdades -por no decir ninguna- tan certifica– das en el Evangelio como esta de la resurrección de Cristo. Cristo la había profetizado hasta catorce veces. El Viernes San– to todo Jerusalén fue testigo de su muerte. Por eso, cuando des– pués de resucitado -como nos recuerda hoy la liturgia- se hace el encontradizo con los dos discípulos de Emaús que caminan tris– tes, les pregunta la causa y ellos responden: "¿Eres tú el único fo– rastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días?" En la mañana del domingo aparece el sepulcro vacío. Y Cris– to se va apareciendo sucesivamente a María Magdalena, a Pedro, a Santiago, a los discípulos en el Cenáculo, a los Emaús, a los de Galilea y podíamos concluir con el testimonio de San Pablo que luego de enumerar diversas apariciones de Cristo resucitado dice: "Y después de a todos, como a un aborto, se me apareció también a mí". La verdad de la resurrección de Cristo está históricamente comprobada y, además, es una verdad de 'fe. Es sin duda la más gozosa de todas las verdades. Por eso en la Pascua se canta el aleluya que es el grito de la alegría. La resurrección de Cristo es la mejor garantía de nuestra propia resurrección. San Pablo lo di– ce: "Cristo ha resucitado de entre los muertos como primicia de 48

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