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Les propuso argumentos que les hicieran reflexionar. Ellos se limi– taron a guardar silencio resentidamente. El descanso sabático era lo sumo, era más que Dios. A nosotros nos resultan ridículos los casos que nos cuentan de los fariseos. Su hipocresía llegó a ex– tremos inadmisibles. Pero quizá no pensamos que nosotros estamos haciendo un poco o un mucho el fariseo. En estos tiempos de renovación nos estamos peleando -ahora lo mismo que entonces- por tonterías, por costumbres introducidas por los hombres, y dejamos lo esen– cial. Sería bueno que en el camino de nuestra vida cristiana nos sentásemos un momento al borde y reflexionásemos hacia dónde queremos ir y qué cosas son las que dividen hoy a los católicos. Nos divide el traje talar de los clérigos a pesar de aquello tan antiguo de "que el hábito no hace al monje". Nos divide la manera que tienen de celebrar la liturgia ciertos sacerdotes, sin pensar que es más importante la liturgia que quienes la celebran y el mundo. Nos divide el politizar la religión o el cleriquizar la po– lítica, sin habernos tomado la molestia de estudiar a fondo las úl– timas encíclicas o las leyes Fundamentales del Estado. Nos divi– den, en fin, mil tonterías, que son como juegos de niños. Algo así como la cuestión del sábado. Y mientras tanto nos olvidamos lo más importante: hacer el bien. Y llevar a todos -como Cristo quiso con el milagro de hoy– la fe. Porque se ve bien claro que todos debieran haber creído en El como lo hizo el ciego. ¿Qué se lo impidió? La cortina de sober– bia que se pusieron delante de los ojos. Será bueno que vayamos pensando en unos tiempos donde predomine más la luz de la fe, de la esperanza y del amor que las leyes. El juridicismo está en baja. No por desprecio, sino por ma– yor aprecio a los grandes valores del Evangelio y de la religión. No quisiera que mis palabras fuesen tomadas como las de un clérigo rebelde. No. Se trata de las palabras de Pablo VI que dijo: "Tendremos un período en la vida de la Iglesia, y por ello en la de todos sus hijos, de mayor libertad; es decir, de menores obli– gaciones legales y menores inhibiciones interiores. Será promovi– do el sentido de aquella libertad cristiana que tanto interesó a la primera generación cristiana, cuando se supo liberada de la ob– servancia de la ley mosaica y de sus complicadas obligaciones ri– tuales". 41
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