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Cuarto domin~o de cuaresma OJOS NUEVOS 1 Samuel 16, 1b. 6-7. 10-13a Efesios 5, 8-14 Juan 9, 1-41: "Algunos de los fariseos comen– taban: Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado". No se trata del espacio religioso de televisión. No se trata, tampoco, de un trasplante de ojos, ni de córnea, ni de operación de cataratas con rayos laser. Se trata, simplemente, maravillosa– mente, de! milagro que Cristo hizo con un ciego de nacimiento poniéndole barro sobre los ojos -lo sumo del absurdo- y man– dándole lavarse en la piscina de Siloé, el barro que le puso sobre los ojos. Y el milagro se hizo. Lo más extraño fue que no se hizo el milagro que Cristo pre– tendía en los espectadores: el milagro de la fe. Cristo pretendía, ni más ni menos, que aquellos que vieran el prodigio estupendo, único, se volvieran hacia El confesándolo como auténtico Mesías. El obstáculo fue -absurdo elevado al máximo- el que el milagro se hizo en sábado. El sábado era para los israelitas el día del descanso, en el cual no se podía ni siquiera hacer el bien. Un absurdo en el que querían involucrar a Dios. Porque le hicieron crear el mundo en seis días y luego descansar el séptimo: el sábado. De sobra sabe– mos que el mundo no se hizo en seis días, ni que Dios necesitaba descansar porque no estaba cansado, por algo es Dios, y Dios ac– túa siempre, incesantemente. Pero los hombres quisieron cuadri– cular a Dios en sus esquemas, en sus costumbres, en sus enreja– dos. Cristo -Dios hecho hombre- vino para romper esa esclavi– tud de los humanos. Luchó contra la nefasta costumbre del sába– do. Se encaró con los fariseos precisamente por eso. Hizo mila– gros resplandecientes para que se les iluminasen las inteligencias. 40
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