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Primer domin~o de Cuaresma LAS TENTACIONES Génesis 2, 7-9; 1-7. Romanos 5, 12-19 Mateo 4, 1-11: "En aquel tiempo, Jesús fue lle– vado al desierto por el Espíritu para ser ten– tado por el diablo". Ser hombre es ser tentado. No hace falta demostrarlo, pues cada uno de nosotros lo sabemos. Cristo es hombre y fue tentado. Pero no al modo nuestro que pensamos que cuanto más tentados más hombres, y creemos -creíamos al menos- que sólo existía una tentación y un pecado. Cristo, el más perfecto de los hombres no podía conocer los desarreglos de su carne, pero "el que no co– nocía el pecado y se hizo pecado para librarnos de él", quiso asu– mir en sí todas las tentaciones de los hombres. En las tentaciones de Cristo en el desierto están típicamente representadas ellas. La tentación de la sensualidad, que comienza en la frontera que separa la necesidad del vicio. Esta tentación que puede co– menzar en el bocado exquisito que engorda la carne, en el grito lujuriante de la carne que pide su satisfacción, que es, a veces, co– mo un río desbordado que lo arrasa todo, que no reconoce di– ques, ni leyes, ni interés ajeno. Vende su primogenitura por un plato de lentejas, y su honra por un dinero, y su mujer por un lío. La respuesta de Cristo es la respuesta de Dios y del hombre, de io más noble que los humanos tienen dentro de sí: "No sólo de pan vive el hombre ... " Hay valores superiores a los placeres que acarician la epidermis de nuestra vida mortal. Está el deber, el sa– crificio, el dominio de sí mismo. Y la hombría se demuestra preci– samente en no dejarse arrastrar, sino en dominarse. 34

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