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Tendrán los padres, muchas veces, que obligarle a comer. O ha– cerle comer ciertos alimentos y dejar de comer otros. Tendrán que obligarle a madrugar para ir al colegio. Si al niño se le dejara en. libertad, si no se le coaccionara de una manera o de otra, lo que crecería sería un salvaje. No aprendería ni a leer. Porque él pre– fiere jugar a estudiar. Y si hay excepciones no hacen nada más que confirmar la regla. Por eso la Iglesia quiere que los rnnos sean bautizados, para que desde pequeños tengan la gracia de Dios en su alma y para que merced a la educación cristiana de los padres, vayan crecien– do, a la par, en la fe y en la vida. En su nuevo ritual de Bautisn10 indica que se ha de instruir a los padres en todo esto. Porque a los que hay que evangelizar es a los padres. Comenzando por eso de que sino van a educar en la fe a sus hijos es mejor que no los bauticen. Y esta educación en la fe obliga mucho. Obliga, en pri– mer lugar, a que ellos vivan conforme a la fe. Por eso han de co– menzar por dar buenos ejemplos en la familia ... Aunque parezca que no han cambiado las cosas, sí han cam– biado. Y mucho. Si las cosas se hacen como es debido un sacer– dote de la parroquia se desplazará a la casa de cada recién naci– do para instruir en sus nuevos deberes a los padres. Ya no es aquello de buscar enseguida un padrino rumboso y bautizarlo cuanto antes. Ahora, los padrinos casi ni interesan. Lo importante es que los padres tomen conciencia de sus nuevos deberes. Y pa– ra ello no importa esperar a bautizarlo lo que sea, puesto que el riesgo de mortandad infantil es casi nulo. Todo esto viene a propósito del Bautismo de Jesús. Jesús el único hombre sin pecado, no tenía por qué someterse a aquel ri– to penitencial. Pero quiso, voluntariamente, someterse a él, y fue entonces cuando instituyó el Sacramento cristiano del Bautismo. A ,Juan, que se resistía a bautizarle, le dijo: "Está bien que cum– plamos así todo lo que Dios quiere". Bueno será que meditemos sinceramente sobre todo eso por– que a veces, para saltarnos ciertas leyes, invocamos no sé qué ca– rismas. Creemos en los carismas. Pero no en esos. Frecuentemente son el parapeto de la indisciplina y de la pereza.

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