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salvar su integridad, y el ángel avisa que huyan del poder del ttrano y estén en Egipto hasta que él los mande. Todo esto nos lleva a reflexionar sobre la importancia que hoy, como siempre, tiene la familia para la Humanidad. Es la primera célula de l.a sociedad. Los más grandes imperios tienen que ci– mentarse sobre la solidez de la familia. Si ésta falla, pronto se des– morona todo. La h"storia -maestra de vida- nos lo dice. Por ello no puede causarnos extrañeza que la Iglesia defien– da los divinos principios de la familia contra ciertas ideas nacidas de un egoísmo que hace el centro de todo -no diremos la perso– na, porque sería mucho decir- sino el capricho. Por ello pueden parecer duras algunas de sus leyes, pero sucede que son muy al– tos los valores que sostiene. Son principios divino-evangélicos que la misma Iglesia no tiene autoridad de trastocar, sino que su obli– gación es defenderlos a ultranza. Aunque parezca anclada en los siglos pretéritos. Pero la historia es un "eterno devenir", y la histo– ria le dará la razón. Quizá ha querido la Iglesia poner la fiesta de la Sagrada Fa,mi– lia a continuación de la Navidad, para que relacionemos nuestra familia, esa cotidiana familia de las disputas menudas, con la Fa– milia Divina que se inició en el cielo y continuó en la tierra. Que sir– va ella de modelo para nosotros. Y quizá, también, para que en estos días en que en torno de la mesa se reúnen tantas generaciones, y el turrón contribuye a endulzar la vida y las botellas descorchadas a abrir las compuer– tas de la intimidad, cada cual sepa volcar su alma, su interioridad en el otro y no seamos como irracionales a los que echan de co– mer en torno de una mesa. Sería bueno que estas fiestas contri– buyesen para que se limen tantas asperezas en el seno de la fami– lia. Que los padres y los hijos se acerquen más. Y así se compren– dan mejor. Que cada uno de nosotros trate de ponerse en el lugar, en el ángulo del otro, para ver la vida con ojos nuevos. Seguro que entonces habría más felicidad, más paz, más alegría en nuestros hogares. Para ello, como en el cristma, tendremos que mirar mucho a la Sagrada Familia. 23

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