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LA FAMILIA Sagrada J:r ainiJia Eclesiástico 3, 3-7, 14-17 a. Colosenses 3, 12-21. Mateo 2, 13-15. 19-23: "Levántate, coge al ni– ño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra fa vida del niño". En estos días en los que el diluvio de cristmas nos inunda in– cesantemente he tenido entre mis manos uno que me ha hecho detenerme en él más que de costumbre. Se trata de un motivo na– videño y en el fondo, sobre una mano que sirve de plataforma, un cuadro de la Sagrada Familia. He pensado: "¿Esa mano es la de Dios que sostiene a la Sagrada Familia lan~ada a los mil avatares del mundo? ¿O es la mano izquierda, de un hombre cualquiera que quiere tener a la familia divina muy cerca de su corazón, para que le sirva de modelo, de espejo, de camino?". Dejando a un lado los interrogantes, no deja de tener una trascendental importancia que Dios haya querido nacer en el seno de una familia. Dios ama sobre todas las cosas la fam:lia. Dios. mismo "ha sido" eternamente una familia. Porque la Trinidad, el misterio de tres en uno, es una familia eterna. Y cuando Dios quiso tomar carne humana, la tomó de una criatur.a humana, y na– ció en el seno de una familia. La encarnación se pudo realizar sin intervención alguna familiar, como se realizó sin intervención del varón. Y sin embargo, quiso poner la sombra de un varón sobre la concepción virginal de María para que todo fuese normal, como en una familia cualquiera. Y cuando, como nos narra el Evangelio de hoy, Herodes trata de destruir aquella familia, Dios interviene milagrosamente para 22
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