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dor ante las tumbas. Verán mucho gasto superfluo en las flores que se venden a precio de muerto en esos días.. Cierto. Pero es mucho más cierto que los sacerdotes que están en contacto con el pueblo han sabido enfocar muy bien esa devoción y esa costum– bre. Son muchos --mi experiencia por esos pueblos de Dios me lo testimonia- los que han ido quitando poco a poco ciertas costum– bres menos conformes con los nuevos movimientos litúrgicos. Los que llevan el altar al cementerio para decir allí una misa por los difuntos. Los que rezan, o cantan, unos responsos sentidos a los que todos los fieles responden. Los que les recuerdan aquello de S. Agustín "de que las flores se marchitan", y que es mucho me– jor practicar la caridad con los difuntos de otra manera. Ante to– do rezar por ellos. Y ayudarles ayudando. a los pobres. Pero considero cruel y poco práctico pastoralmente arrancar sin más ni más, violentamente, una práctica profundamente arrai– gada en el pueblo. Considero que valen para ahora las palabras de S. Gregario Magno -que algo tiene que ver con los difuntos a través de las misas gregorianas- a S. Agustín de Cantorbery y de– más misioneros de Inglaterra: "Si el pueblo -decía S. Gregario- ve que sus templos no son destruidos (pensemos que eran paganos) alejará más fácil– mente el error de su alma y se reunirá con mayor satisfacción en el conocimiento y adoración del verdadero Dios, en los lugares en que tenía costumbre de reunirse hasta ahora. Y puesto que está acostumbrado a ofrecer muchos toros en sacrificio a los demonios, hay que autorizarle a celebrar algunas festividades de este género, pero bajo otra forma. El día de los Santos Mártires cuyas reliquias se veneran en la Iglesia, los fieles podrán elevar enramadas en torno a los tem– plos paganos transformados en Iglesias, y organizar piadosos ága– pes; que no sacrifiquen animales al demonio ¡:,ino que los consu– man por la gloria de Dios y se dirijan enseguida en acción de gra– cias al dispensador de todo bien ... Sin duda, es imposible supri– mir todo a la vez a tan rudos corazones. Quien quiera superar una alta montaña no lo logrará dando saltos, sino marchando lenta– mente". 151

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