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tierra. Pero de vez en cuando tenemos nostalgia de Dios, nostalgia del cielo. Queremos otro mundo mejor. Este nos parece muy gris, muy monótono, hasta llegamos a cansarnos de viví r. Y anhelamos otra cosa mejor. ¿Llegaremos a ese mundo mejor, feliz? La gran garantía la tenemos en la fiesta de hoy. Porque, leyen– das aparte, hoy se conmemora un gran dogma. El último dogma definido por la Iglesia: El Dogma de la Asunción de María, en cuer– po y alma a los cielos. Lo hizo Pío XII hace 25 años. El día 1 de noviembre del anterior Año Santo. Fue una fecha culminante de aquel año. Un acontecimiento que no se olvidará fácilmente. El gentío no cabía en la basílica de S. Pedro y tuvieron que salir a la gran Plaza y en ella, ante los micrófonos que transmitían la no– ticia -a todo el mundo, el Papa proclamó el gran Dogma de la Asun– ción de María. Dejando a un lado el contenido del dogma, que otros años hemos comentado, quiero insistir en que pocos dogmas hay tan consoladores como éste. Es la mejor prueba de nuestra asunción gloriosa un día, en cuerpo y alma, al cielo. Porque ella .ha sido una criatura como cualquiera de nosotros. Fue fabricada con el mismo barro con que están hechos los hombres. Fue el anfora que Dios hizo para formarse hombre en la tierra, por eso la hizo más perfecta, inmaculada, pero al fin y al cabo barro. Pues bien, ese barro está ya e.n el cielo para vivir allí eterna y gloriosamente. Ese es nuestro destino. Nosotros iremos allí donde no se co– noce el dolor, el llanto ni la muerte, para estar con ella, con Cristo, con Dios para siempre. Y ella que ha ido primero nos ayudará a ir a nosotros. Porque al fin y al cabo somos sus hijos y la proclamamos "vida, dulzura y esperanza nuestra" y le pedimos que "después de este destierro nos muestre a Jesús fruto bendito de su vientre". Es lo mismo que dice el Concilio al hablar de la Virgen: "En Ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la re– dención y la contempla gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser". (S. C. núm. 103). 149
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