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tenga algo de qué enmendarse. "Quien no tenga nada de qué arrepentirse o es Dios o es un hipócrita", ha escrito un asturiano. Entre los oyentes del Bautista había muchos hipócritas, estaban los fariseos, que pasaron como prototipos de los más taimados hi– pócritas. Y, sin embargo, pienso, que nosotros los superamos mu– chas veces. la raza ha ido mejorando. "El que de vosotros esté sin pecado, tire el primero la piedra", y todos marcharon. Nos– otros no nos marchamos, nosotros tiramos la piedra contra quien sea. Por ejemplo, actualmente la Iglesia está en trance de renova– ción. Es una 1 l aplicación certera, humilde y valiente del grito del Bautista: "Convertíos". Pues bien, nosotros creemos que quienes tienen que renovarse son el Papa, los obispos y los curas. Ellos y sólo ellos, como si ellos fuesen únicamente la Iglesia. Y cuando ellos tratan de renovarse y renovar tantas cosas desfasadas de la Iglesia y se equivocan -porque sólo los que hacen algo se equi– vocan- hay que oírnos a nosotros: ¿Por qué se meten donde no les llaman? ¿Qué saben ellos? ¡Qué se queden quietecitos en ca– sa! !Nos están quitando la fe! (Debe ser muy poca, a lo que pare– ce). Mejor estarían diciendo misa ... o confesando. Confesar, nos tenemos que confesar todos. Todos somos pe– cadores. Nos falta la humildad y la sinceridad suficientes para juz– garnos pecadores. ¿Por qué no tomamos el Evangelio por donde quema y empezamos a cambiar por nosotros mismos? Al fin y al cabo, nuestro yo es lo que más a mano tenemos. Si cada uno de nosotros nos convirtiésemos habría un pecador menos en el mun– do, y el uno sumándolo puede dar el total de los quinientos millo– nes de católicos. Me temo que el mensaje del Bautista resbale sobre nuestras mentes como el agua del Jordán sobre la cabeza de los fariseos de entonces. Todo porque nosotros pensamos que eso no va con nosotros. Y sí va con nosotros. San Pablo nos lo recuerda en su carta de hoy: "Todas las antiguas escrituras se escribieron para enseñanza nuestra". Ojalá comencemos a estrenar el Evangelio y no tengamos que volver a decir la frase que pronunció Juan XXIII: "El Evangelio está todavía sin estrenar". 13
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