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peligro la sentencia misma de la Iglesia católica. Luego vinieron famosas herejías que la desgarraron. Cismas, persecuciones vio– lentas y calmadas. La Iglesia sigue en pie. A pesar de todo el humo que Satanás lanza sobre ella, su mente de ángel rebelde sigue clarividente, y de sobra comprende que no la podrá hundir. Podrá perder a más o menos cristianos, algunos cualificados y relevantes. Pero la Iglesia como tal y en su totalidad, eso nunca. No existe ningún abismo suficientemente grande como para enterrarla. De uno de los últimos sucesores de Pedro, Juan XXIII se cuenta un chiste. Todos sabemos que él fue quien puso en cir– culación en nuestro siglo la frase de "hermanos separados". Pues dice el chiste que un día fue el demonio a visitar a Juan XXIII. Co– mo demonio "encarnado" en el siglo XX guardó, educadamente, antesala, pidió audiencia. Al identificarse se echaron a temblar hasta los famosos guar– dias suizos con sus espingardas y todo. Algo debió notar Juan XXIII en la palidez del capellán que anunciaba las visitas, que pre– guntó: -¿Qué sucede? -Nada, Santidad. -Sí, algo pasa. Lo noto en tu cara y no trates de engañarme. -Pues que está el demonio ahí fuera esperando que su San- tidad lo reciba, y fíjese cómo andaremos todos. -¡Tranquilos! Que pase el "ángel separado". Como chiste no está mal. Revela la, fe y confianza en Dios del buen Papa Juan y la certeza de que ni un demonio ni diez mil mi– llones podrán con la Iglesia. Sabemos que "El diablo anda suel– to", no hace falta escribí r panfletos para anunciarlo. Se corre el peligro de identificar con el demonio a gentes que están con Cris– to. Pues sigue siendo uno de sus grandes misterios el que permi– ta al "tentador" tentar a sus cristianos. Pero, a pesar de sus ten– taciones, él no podrá con la Iglesia. Ya San Pedro nos apercibió: "Hermanos, sed sobrios, estad despiertos, vuestro enemigo el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar. Re– sistid!e firmes en la fe" (1 Ped. 5, 8-9). Firmes en la confianza, en la vigilancia, en la fe. En esa mis– ma fe que Pablo VI, que nos avisó sobre "el humo de Satanás" proclamó un día de San Pedro con motivo del año de la fe. 145

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