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pastoral vocacional nacía en los pueblos y volvía a los pueblos, porque la mayoría de las parroquias eran rurales. Hay que ir pen– sando en proyectar una pastoral vocacional urbana y para las ur-· bes. Donde están los hombres allí está el puesto del sacerdote. Otra de las causas es el descenso de la natalidad. Cuando las familias eran numerosas esas vocaciones eran fomentadas dentro del mismo hogar. No porque fuese precisamente una salida, sino, sobre todo, por el anhelo de tener algún hijo sacerdote. Ahora, es al contrario, no se desea que de los pocos hijos alguno sea sa– cerdote. Existen familias donde se trata de qu:tarles esa vocación sacerdotal. Y llegamos, pienso, a la raíz de la cuestión. Porque la voca– ción tiene que brotar como algo espontáneo de la religiosidad fa– miliar. Cuando ese clima no se da en los hogares no pueden flore– cer !as vocaciones. El Concilio recuerda precisamente eso. Y des– de siempre hemos leído aquellos libros con títulos como éste: "Mi madre tenía vocación". Queriendo indicar cómo precisamente la piedad de la madre fue el fermento de la vocación del hijo. No se puede poner como causa de la disminución de vocacio– nes la ley del celibato eclesiástico en un mundo tan erotizado co– mo el nuestro. Precisamente la constrastación se ha podido verifi– car en naciones de doble religión, como Yugoslavia. Sucede que en Yugoslavia hay muchas vocaciones. los seminarios resultan in– suficientes. Y en Yugoslavia la mayoría es de religión ortodoxa griega. Pues bien, esta iglesia, donde no existe la ley del celibato tiene muy pocas vocaciones, y, sin embargo, la católica, con su ley del celibato, tiene muchas más vocaciones, a pesar de ser mi– noría en la nación yugoslava. Quizá esto mismo nos pueda dar luz sobre nuestro problema vocacional. Pues en nuestra Patria florecieron las vocaciones tras de una persecución religiosa y Juan XXIII dijo que era un poco aquello antiguo de "sangre de mártires, semilla de cristianos". Y cuando la fácil vida material se ha extendido por nuestras tierras se ha apagado la llama de la vocación. lo cierto es que mejor que murmurar haríamos en seguir el consejo de Cristo: "la mies es mucha, los obreros pocos: rogad al Dueño de la mies que en– víe obreros a su mies". 143
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