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le aclamaron como a rey, Cristo lloró porque no habían compren– dido su idea. El reinado de Cristo es diferente. Es el reinado del amor, de la pobreza y de la humildad. El Evangelio de hoy es bien claro: "Venid benditos de mi padre ... porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber; peregriné y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis; preso y vinisteis a verme" -"Cuándo, Señor?". -"Cuando lo hicisteis con alguno de estos pobreci llos, conmigo lo hicisteis ... ". La cosa está clara. Cristo viene disfrazado de pobre. Se acusa a la Iglesia de un viraje hacia la socialización. s·en está que se afirme eso, pero sin acusar. La Iglesia es para todos, ricos y po– bres, pero si estudiamos bien el Evangelio nos damos cuenta de la preferencia de Cristo por los pobres. Uno de sus signos mes1a– nicos es justamente la evangelización a los pobres. Lo da El mismo como signo mesiánico. Y volviendo al Evangelio de hoy, es llamativo que nos juzgue por la caridad hacia los más miserables entre los pobres. Ham– brientos, sedientos, desnudos ... Se ha dicho eso de enseñar a pes– car, de promocionar, en vez de dar un pez para comer una vez. Estoy de acuerdo. Pero sin olvidar que al que se está muriendo de hambre hay que darle el pez para que coma y tenga fuerzas para el trabajo y la promoción. Recuerdo una anécdota, una de tantas. Una señora envuelta en su magnífico abrigo de visón. Lo cual, (sea dicho entre parénte– sis), es más provocativo socialmente que la minifalda. Y pregunta– ba: -¿Pero es que todavía hay pobres? -Pues sí. -¿Gentes que tienen hambre? -Claro ... -Pero si dicen ... -Señora, una cosa es lo que se dice y otra lo que se ve. Y basta con salir a las afueras de la ciudad y abrir bien los ojos. Por ello, a la luz del Evangelio de hoy, el reinado de Cristo no ha perdido actualidad. Y nosotros, los cristianos, somos los que tenemos que realizarlo sobre la circunstancia concreta en la que nos ha tocado vivir. 137