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Trigésimo tercer domingo Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31 1 Tesalonicenses 5, 1-6 Mateo 25, 14-30: "Al cabo de mucho tiempo, volvió el Señor de aquellos empleados y se puso a ajustar /as cuentas con ellos". AJUSTE DE CUENTAS "La raza humana no está sola en el mundo", escribió el almi– rante Byrd, el explorador de la Antártida. Ni sola ni olvidada. El dicho árabe de que "Dios creó el mundo y lo dejó a la dis– puta de los hombres", es uno de los más fatalistas proverbios mu– sulmanes. Dios creó el mundo para los hombres, creó el hombre para El, y los humanos, a través del mundo, han de ir a la conquista de un reino que el Señor les tiene reservado. La parábola de este domingo es la explicación cristiana de nuestra vida y de nuestro quehacer en el planeta azul bajo el azul de un cielo que nos espera. ¿Quién no conoce, al menos de oídas, la parábola de los ta– lentos? El Señor dio una cantidad de dinero -desigual- a cada uno de los criados y les mandó que lo empleasen bien mientras él se ausentaba. Algunos hicieron, otro no. Al volver, cada cual, re– cibió su merecido. La vida es así. Nosotros estamos lanzados, como la flecha de un arco, hacia ese Dios que es nuestro Padre, y que nos espera. Tenemos una vida que es un tesoro. No tenemos todos igual ta– lento, ni oportunidad, aunque se hable de igualdad de oportunida– des. Unos son más hábiles, diligentes y audaces que otros. Pero lo cierto es que a todos se nos da la posibilidad de triunfar. Lo que nadie puede hacer es lo del criado perezoso: enterrar el talento, por temor o desesperanza. Por creer que no hay nada que hacer. y parece que es una tentación de mucha gente actual. Después 134

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