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Trigésimo ~e~undo domingo Sabiduría 6, 13-17 1 Tesalonicenses 4, 12-17 Mateo 25, 1-13: "Os aseguro que no os conoz– co". Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni fa hora". SUEÑO DE UNA NOCHE No se trata del título truncado de la famosa melodía de Men– delssohn, o de la tragedia de Shakespeare. Se trata de una pará bola del Señor y de una melodía cotidiana con tragedia de fondo. Resulta que unas doncellas esperaban la llegada del esposo para entrar a las bodas. Eran diez. Cumplían una vieja costumbre israelita en la cual se esperaba la llegada del cortejo nupcial para entrar con los esposos al banquete ele bodas. Pero, como ahora, entonces también se retrasaron. Y a las doncellas se les acabó el aceite de las lámparas. De las diez, cinco, precavidamente, habían llevado aceite de repuesto. Las otras no. Pidieron prestado. Y por temor de que no hubiera para todas les dijeron: Id a la tienda de la esquina...... Mientras fueron llegó el cortejo nupcial. Se abrió la puerta para los invitados y se cerró para !os rezagados. Una parábola con un pie de leyenda valedera para todos los tiempos y para todos los hombres: "Velad, porque no sabéis el día ni la hora". Puede hacer mención al fin catastrófico de los tiempos, tan anunciado en la literatura biblicoescatológica. Para cada uno de nosotros el fin de los tiempos, es el final de nuestro vivir sobre la tierra. En esa hora -¿cuándo, cómo, dónde?- se nos pedirá cuen– ta de la luz que aportemos en nuestra alma. Nunca como ahora es actual esta parábola y la frase última. Nunca, como ahora, a pesar de todos los adelantos, es sorpren– dente la muerte. Hoy es domingo. Domingo sin puente. Pero con muchos puen– tes y curvas en la carreteras donde circulan miles de coches. Sin duda, con precisión fría y electrónica han calculado el número de 132
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