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ha extinguido. De los de entonces podríamos decir cosas increí– bles. De los de ahora se cuentan cosas extrañas. Y las gentes apuntan frecuentemente hacia los sacerdotes. Tienen derecho a hacerlo, porque somos los que hoy todavía nos sentamos en cáte• dra sagrada, pero son enormemente injustos en generalizar. Hablando en plata, hay que decir que siempre ha habido 0$– cándalos entre el clero -la historia los cuenta-, los hay -las gentes los gritan- y los seguirá habiendo. Pero a fuerza de sin– ceros, y sin pretender la autodefensa, hay que decir que nunca ha tenido la Iglesia de Dios un clero tan bueno como el de ahora. La historia de la Iglesia tiene páginas negras respecto a la formación y deformación del clero. Y empezando por el principio, hay que decir que el gran fracasado en ese sentido fue el propio Cristo, que fue traicionado por uno de los suyos y negado por e! primer Papa, y abandonado por el resto. Hoy hay escándalos. ¿Por qué tratar de ocultarlos? A vece!? son falsos escándalos, son auténticas calumnias. Otras son es– cándalos farisaicos de gentes que se escandalizan porque un sa– cerdote que de pronto se reconoce torcido o equivocado trata de encontrar otra ruta. Y mientras, no se hace constancia de los miles de sacerdot<c~s que siguen fieles a sus deberes, con frecuencia haciendo auténti– cas herocidades. Hombres frágiles, como todo hombre fabricado del barro donde anidan las pasiones, y que luchan cada día para sobreponerse, para no claudicar o para levantarse rápidamente si han tropezado. Ante esos héroes anónimos, que luchan a veces en situaciones límites, hay que descubrirse. Eso no se cuenta, eso no es noticia, eso no hace prosperar una revista. Porque ahora se da esa pornografía negra de hablar de las deficiencias del clero, que es lo que muchos leen con un regustillo insano. · Las palabras de Cristo tienen una segunda parte para todos. A nadie excusa de seguir el camino recto el que otros lo sigan tor– cidu. Como a nadie se fe ocurre pararse en la carretera porque la flecha indicadora no se mueva. Cristo dice: "Haced y cumplid lo que os digan", aunque sería mejor arrastrar con el ejemplo. 131

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