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Vi~ésimo primer domingo Malaquías 1, 14b-2, 2b. 8-10 1 Tesalonicenses 2, 7b-9. 13 Mateo 23, 1-12: "El primero entre vosotros se– rá vuestro servidor. El que se enaltece, sserá humillado, y el que se humilla, será enalteci– do". LA LEY DEL EMBUDO Arrimado a la puerta de la ciudad, a la sombra de la muralla, estaba el astuto vendedor de aceite. A todos los caminantes que por primera vez llegaban a la ciudad les retaba a un pulso. Un pul– so original. Consistía en echar aceite por el embudo. Por cada go– ta que se derramase había que dar una moneda al contrario. Todos aceptaban, pues les parecía una bonita manera de ga– nar dinero, una gentileza de un personaje extravagante al llegar por primera vez a la ciudad. Pero a! intentarlo se encontraban que el embudo se lo ponían al revés, con lo estrecho hacia fuera. Cuando habían pagado tantas monedas cuantas gotas derrama– das, el astuto comerciante volvía el embudo y echaba él. No va– lían las protestas, los gritos... Al fin, optaban por marcharse de junto a él y entrar en la ciudad. Una parábola que no es del evangelio. Pero sí son del Evan– gelio estas palabras: "En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: "En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros: pero no están dispuestos a mover un dedo para empujar". Todo el resto del Evangelio de hoy es una exhortación a la hu-· mildad. Vamos a tratar de ser humildes. "Que es andar en ver– dad", y reconocer sin paliativos que la raza de los fariseos no se 130

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