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quete en su casa. Por eso estad también vosotros preparados, porque, a la hora que menos penséis, viene el Hijo del hombre". Sería gracioso que el ladrón avisase por teléfono la hora y la noche en que iba a robar. Tan gracioso y astuto como aquel cuen– to de Fernández Flórez del "hombre que compró una cama con un ladrón debajo". Bien sabemos que eso no se da. Y bien sabemos todos que cada vez se da más la muerte re– pentina. A aquellas tres ces clásicas de las muertes de los viejos, que evocaban una vida que se iba consumiendo poco a poco en el hogar, han sustituido las tres ces de las aterradoras muertes re– pentinas de nuestros tiempos: el cáncer, el corazón y la carretera. No digo esto para asustar a nadie, sino para todo lo contra– rio. El susto es malo. Unicamente serviría para aumentar la taqui– cardia. Pero es preciso el aviso, para que reflexionemos y tenga– mos prudencia. Estoy seguro que no están avisando constante– mente de los riesgos de la carretera para que tomemos mal las curvas y nos estrellemos contra un árbol, sino para todo lo contra– rio. Y no faltará quien diga: "¡Ya está bien de hablarnos tanto de accí dentes"! Si Cristo avisó, si la Iglesia en este primer domingo de Ad· viento avisa, si yo te aviso (al mismo tiempo que me aviso a mí mis– mo), no es para asustarte, sino para que todos estemos prepara– dos. "Porque no sabemos el día, ni la hora". Y "vendrá como un ladrón ... " Para prevenir los robos se suelen instalar timbres de alarma. Para evitar una muerte en mala hora están los remordi– mientos. Nos cosquillean el alma avisándonos de que no esta– mos a bien con Dios. Y eso no puede ser. Por ello la Iglesia nos ofrece en el Adviento el perdón de Dios. En el Adviento y siempre. Pero quizá ahora, ante esta litur– gia y ante este Evangelio, nuestros ojos se abran a la realidad de un destino superior. Es mejor así. Vivir con los ojos bien abiertos a lo que va a venir. No sea que tengamos que decir como aquel pensador que escribió: "Solamente una vez abre el hombre los ojos. En el momento de la muerte, y aun entonces se apresuran a cerrárselos". Que no sea así para nosotros. íí
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