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di r de su tren de aterrizaje. El transporte está montado ·sobre me– das. El mundo está montado sobre monedas. Volvamos la cara de la moneda. También hay otros "ultras" que pondrían todo el acento del cristianismo en las realidades te– rrenas. Socializar hasta la fe. Estos domingos se proyecta la sombra del Domund. Muy bien, aquel slogan de que "el desarro– llo es evangelización". Pero la evangelización no es sólo desarro– llo. No está únicamente en eso. Es mucho más. Y retornando a la moneda, tenemos que afirmar que el dinero tiene su limitación y su peligro. Lo eterno no se puede comprar con dinero. Ni los valores espirituales. Se puede afirmar que el di– nero es una llave de oro que abre todas las puertas menos la puerta del cielo. Evangélicamente hablando el dinero es muy peligroso. Quien tiene mucho dinero quiere conquistar el mundo y los corazones con el dinero, piensa que el dinero es omnipotente. Y termina por no creer en el Omnipotente. Célebre es la anécdota que se cuenta de aquel sacerdote que se encontró con un hombre inmensa– mente rico que .le decía no creer en Dios. El sacerdote escribió sobre una cuartilla esta única palabra: Dios. -¿Qué lee usted? -Pues, Dios ... El sacerdote puso encima de la palabra una moneda: -Ahora, lea. -No ve que es imposible... -Y, ¿no comprende que las riquezas le impiden · creer en Dios? "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Lo difícil es mantener el equilibrio sobre la cuerda floja de este mundo. Es fácil ser extremista: integrista o progresista, capi– talista o comunista. Lo valiente es mantenerse en el centro. Pero para eso vivimos en el mundo. Para eso hemos aceptado el ries– go de ser cristianos. Sin tirar la moneda al aire para verla caer, sino para ver a Dios sobre todas las cosas. Ser auténticamente cristiano es saber mantener el equilibrio. Porque siempre será cierto que la virtud está en el centro. Equidistante: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". 127