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Vigé~imo octavo domingo /saías 25, 6-10a Fílípenses 4, 12-14. 19-20 Mateo 22, 1-14: "La boda está preparada, pero los convidados no se fa merecían. Id ahora..." EL BANQUETE DE BODAS El Evangelio de este domingo recalca la insistencia con que el rey manda llamar a los invitados al gran banquete de la boda de su propio hijo. Era un día de gran gozo en el palacio. La historia hablaría de aquella fecha. El boicot de los invitados fue absurdo y grosero. Todos se disculparon y algunos hasta asesinaron a los mensajeros para que les dejasen en paz con su insistencia. El gozo del rey se tro– có en ira y mandó matar a aquellos asesinos y arrasar sus ciuda– des. Mandó, luego, nuevos mensajeros para invitar a cuantos en– contraron en todos los caminos que llevaban al palacio. El palacio se llenó de gente, de risas y de cánticos. El rey sonreía. Hasta que vio que uno de los comensales no llevaba el traje de boda que, según costumbre oriental, proporcionaban a la puerta del mismo palacio. La risa del rey fue un grito: "Atadlo de pies y manos y echadlo fuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dien– tes". Esta parábola es autobiográfica. El Rey es Dios, Jesús, su Hijo, se hizo hombre para desposarse con la Iglesia e invitó, pri– meramente, a los judíos a su Reino. Estos le rechazaron y mata– ron. El reino y la ciudad de Jerusalén fueron arrasados en el año 70 por Tito, el emperador romano, cumpliendo así una profecía Jesús llamó luego, por medio de sus apóstoles, a todas las gentes a su Reino y al banquete que había preparado. Banquete que es El mismo, pues dijo: "El pan que yo os da- 124
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