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Lo que resplandece es la inmensa misericordia del Señor. El paga a los últimos igual que a los primeros. Aunque éstos hayan sido fieles durante toda su vida y aquéllos se hayan arrepentido al final. No olvidemos que el primero que entró en el paraíso, des– pués de Cristo, fue el buen ladrón. Por eso se suele decir aquello de "un buen morir engrandece toda la vida". Las miras de un buen jornalero de Dios deben ser más eleva– das que mirar lo que gana el vecino, y ganar más que él. Tener más virtudes que él, más legalidad que él, más fervor que él, más... Porque también en esto se puede dar la avaricia. O mejor dicho la hipocresía. Se volvería a la parábola del fariseo y el publicano. Aquél orgulloso de todo el bien que había hecho, y eso durante to– da su vida. Y se comparaba -despreciándolo- al pobre publica– no que se reconocía pecador y no hacía nada más que pedir per– dón de sus pecados. Cristo también reprendió la envidia. A pesar de su reprensión, la envidia sigue considerándose un pecado de los más pequeñitos, aunque por ella se han cometido grandes crímenes. Y quizás por eso de no darla importancia abunda tanto. Aquello de "si los envidiosos volasen no podríamos ver el sol" ... El sol de misericor– dia que resplandece desde el cielo para todos: buenos y malos, justos y pecadores. Estamos en unos tiempos, y esto es ya repetir una idea mani– da, en que nos vamos autodefíniendo en buenos y malos. Nosotros siempre somos los buenos ... Bonita manera de entender el Evan– gelio. Este nos dice que dejemos el juicio a Dios. Es muy difícil saber hoy -como siempre- quienes son los buenos y los malos. A lo mejor aquellos que juzgamos muy mal, que pensamos muy le– jos de Cristo, están muy cerca de él. Le aman, le comprenden, y le siguen mucho más fielmente que nosotros, aunque lo pregonen menos. La parábola de los jornaleros de la viña tiene, pues, una en– señanza para nosotros. Dejemos de mirar tanto a lo bueno o lo malo que hacen los demás y fijémonos más en cumplir nuestro de– ber para con Dios y para con los otros. El salario es tan generoso que da para todos. Porque eso tiene el premio de Dios que hará felices a todos, sin suscitar las envidias de nadie. 119
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