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letra. Al entregar a Pedro el poder de las llaves, las misrn1s1mas llaves del reino de los cielos, le quiere dar todo el poder, a él per– sonalmente. Quiere decir lo que todos entendían, y nosotros de– bernos entender. Y por si hubiera dudas lo remacha más Cristo. He aquí todo el párrafo: "Te daré las llaves del reino de los cielos, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra que– dará desatado en el cielo". En estos tiempos nuestros, aireados por una democracia que intenta llegar hasta las estructuras íntimas, es necesario tener en cuenta esto en la Iglesia de Dios. La Iglesia es para los hombres y vive en el mudo de los hombres. Por eso -ello es inevitable y bue– no- se contagia del ambiente humano. Ahora soplan vientos de– mocráticos en la Iglesia de Dios. Se quisiera gobernar democrá– ticamente. Esto es bueno porque significa repartir, además de po– deres, responsabilidades. Y tiene esta tesis democrática, el gran apoyo de otras pala– bras de Cristo dichas también a todos los apóstoles. Se trata, pues, de gobernar colegialmente. Mas todo tiene un límite. Y bien sabe– mos que el Papa tiene tanto poder en el régimen de la Iglesia co– mo el Colegio Episcopal, el Sínodo o el Concilio ... Lo tiene, no porque lo haya usurpado, sino porque Cristo se lo ha dado. Es bueno recordar esto, aunque parezcan afirmaciones abso– lutistas. Y sería malo olvidarlo. La autoridad del Papa se la ha da– do Cristo mismo; pues es el sucesor de Pedro. Sería malo para él abusar, porque entonces ya no sería esa autoridad servicio evangé– lico. Pero ni él mismo puede renunciar a este poder que Cristo le ha dado. Tiene que hacer buen uso de ella, pero no puede rehusarla. Mientras no renuncie al cargo tiene el poder. Sus limitaciones, el mismo Papa tiene que mirarlas. Su sola autoridad es tan grande como la de un Concilio, que únicamente la tiene si es presidido o autorizado por él. Nos conviene meditar en esto. A veces se oyen ciertas afirma– ciones respecto del Papa que nos hacen vislumbrar la total igno– rancia u olvido de las más elementales verdades del Evangelio. El es Pedro y sobre esa piedra ha sido edificada la Iglesia, y quien quiera desconocerlo, se tambalea. 111
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