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Vigésimo pruner domingo lsaías 22, 19-23. Romanos 11, 33-36. Mateo 16, 13-30: "Te daré /as llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en fa tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en fa tierra, quedará desatado en el cielo". EL PODER DE LAS LLAVES Quien nos entrega la llave del corazón nos entrega todo su amor. Quien con todo el corazón nos entrega la llave de su casa nos ofrece un hogar. Quien simbólicamente pone en nuestras manos las llaves de oro de la ciudad pone la ciudad a nuestros pies. Nos hace algo así como hijo adoptivo y predilecto. ¿Qué entrega el que da las llaves del reino de los cielos? La frase tiene mucho más valor en el contexto en que le fue di– cho a Pedro, que en estos tiempos. Entonces tener las llaves de una ciudad, de un reino, era ser su dueño. Todos hemos visto el maravilloso cuadro de Velázquez: "La rendición de Breda". Entre las lanzas que apuntan al cielo están las llaves del vencido que apuntan hacia el vencedor: le entrega la ciudad. Entonces, -y cuanto más antiguo más cierto-, poseer las llaves era poseer la ciudad. La ciudad, era el núcleo amurallado, bien guardado por unas puertas vigiladas, dentro del cual tenía lugar todo el acontecer humano. Junto a las puertas de la ciudad tenían lugar los consejos de la ciudad, los juicios y hasta las elec– ciones políticas. A veces, en la literatura antigua, se habla de "to– mar las puertas" como sinónimo de tomar la ciudad. La llave era, pues, la clave de todo el poder, mucho más que ahora. Por eso las palabras de Cristo hay que tomarlas al pie de la 110
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