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Es el momento de dilatar el corazón y esperar el milagro. Sin duda no será tan aparatoso como el que hoy nos narra el Evange– lio. Pero que se dan milagros no hay que dudarlo. Dios tiene mil caminos para sacar su Iglesia adelante. Lo primero es tener fe. Confiar plenamente que jamás se ha de hundir la barca de Pedro. Se podrán hundir unos hombres más o menos importantes. Será por su falta de fe y de esperanza. Tan desesperados y desorientados están, a veces, que ni siquiera pi– den a Cristo que alargue la mano para sacarles chorreando de entre las olas. Y por culpa de su soberbia la perdición será total. Pero lo que es la Iglesia... No hay abismo humano capaz de enterrar esta obra divina. Tengamos plena confianza. Ni siquiera esas fuerzas del mal y del maligno que según palabras de Pablo VI se han filtrado entre las rendijas de la Iglesia. Podrá agitarse la barca, hacer agua, pero estemos seguros que Cristo sabrá lle– varla a buena orilla. Seamos hombres de fe. Que también nosotros fallamos por ahí. Célebre fue una caricatura que en tiempos del canciller de hierro, Bismarck, apareció en Alemania. Una roca entraba en el mar. Sobre ella Bismarck, empujando y tratando de hundirla. Era la Iglesia católica que él perseguía. Pero debajo, mirando con ironía, estaba el demonio. Y le dijo: "No te empeñes vanamente, hace diecinueve siglos que lo intento yo y no he podido". Cierto que la fe no nos tiene que inhibir de trabajar y luchar por el bien, y hacer que las cosas sean más perfectas. Célebre es la frase de otro dictador, Cromwell: "Confiad en Dios y conservad seca la pólvora". Es muy parecida a la de tantos refranes españo– les. A pesar de todos los pesares, pienso que un poco más de fe nos vendría bien a todos. Nosotros también naufragamos en la desconfianza y en la duda. Tenemos miedo porque pensamos mu– cho, en vez de creer más. Nuestro Unamuno escribió: "Pensar y no actuar es manantial de miedo. Esta es la causa del miedo de los intelectuales". A Pedro le perdió el pensar la "barbaridad" que había hecho tirándose al agua. ¡Sin-razón de la razón! 107