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que mueren, que cualquier otro. Digo, que ya la moral tradicional decía "que ante la necesidad extrema no hay ley". En el sentido de que cualquiera podía coger de donde fuese lo que necesitase para vivir, sin faltar a ningún mandamiento. Desde entonces se ha progresado bastante en los principios. La "Populorum progressio" dice, entre otras muchas, cosas muy interesantes: "No se trata sólo de vencer el hambre, ni siquiera de hacer retroceder la pobreza. El combate, contra la miseria, ur– gente y necesario, es insuficiente. Se trata de construir un mundo donde todo hombre, sin excepción de raza, religión o nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente humana, emancipado dé las ser– vidumbres que le vienen de parte de los hombres y de una natura– leza insuficientemente dominada; un mundo donde la libertad no sea una palabra vana y donde el pobre Lázaro pueda sentarse a la misma mesa que el rico" (pp. 45). Nos parece una utopía. Sería maravilloso que así sucediese, casi tanto como el milagro de la multiplicación de los panes. Hoy, Cristo, no va hacer esos milagros. Nos pide a nosotros los milagros de la técnica, que al fin son posibilidades que Dios ha puesto en manos del hombre. La revolución verde. El convertir los desiertos en vergeles, el hacer producir los campos al tope, el repartir me– jor los alimentos. Serían auténticamente milagros de la técnica y de' la fe. ¿Llegará ese día? Es obra de todos. Y los más ricos tienen más responsabilidad, pues bien les recuerda la doctrina de la Igle– sia que son administradores de los bienes de Dios. Ellos deben crear riqueza, pero no como una máquina de hacer pobres por un tubo y ricos, más ricos, por otro. No. Sino para que esa riqueza sea mejor repartida. Y los de abajo suban hacia arriba. la "Populorum progessio" lanza una serie de interrogantes que son como un examen de conciencia para nosotros: "A cada cual toca examinar su conc:encia, que tiene una nueva voz para nuestra época. ¿Está dispuesto a sostener con su dinero las obras y las empresas organizadas en favor de los más pobres? ¿A pa– gar más impuestos para que los poderes públicos intensifiquen su esfuerzo por el desarrollo?" Etcétera. (N.º 47). En ese etcétera va comprendido mucho más. Y sobre todo va comprendida una pregunta, la misma del principio: ¿Corresponde nuestra fe a nuestras obras, o viceversa? 105

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