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dentes para nuestra mentalidad moderna. La parábola no es nada más que una metáfora que se compara con algo superior por ra– zón de algún parecido. Siempre se ha atribuido esta parábola a la gracia de Dios. La gracia es un don permanente, que yace en lo hondo del alma, pues es interior y que irradia toda la vida del cristiano. Cristo mismo ha muerto en la cruz para conseguirnos ese te– soro, de modo que El ha sido el campesino que estaba de paso por el sendero de la tierra cuando lo dio todo para fundar un rei– no de gracia en el interior de las almas. Por ello San Pedro nos re– cuerda: "No habéis sido rescatados con oro, ni con plata, sino con la preciosísima sangre de nuestro Señor Jesucristo", Y San Eusebio escribe: "Me siento grande porque soy de Dios; pero me siento aún mayor porque he sido comprado a un precio tal que parece valiera tanto como Dios... Para compensar– lo, no se ha colocado ni oro, ni piedras preciosas, ni se han sa– crificado a los ángeles, sino que Dios mismo es el que se ha colo– cado en la balanza de la cruz". Todo el plan de Cristo está montado para hacer triunfar esa gracia dentro de las almas. Los sacramentos son fuente de gracia. Nos abren las puertas maravillosas de ese reino, espiritual y sobrenatural, en el interior de las almas, y al final de la vida terrena, el reino eterno donde las almas resplandecerán de gracia sempiterna. La gracia nos vincula a Cristo. Nos hace sus miembros vivos: Hijos de Dios y herederos del cielo. Hijos de María y hermanos de todos los hombres. La gracia, en fin, es ese tesoro tan oculto a los ojos de mu– chos hombres que no son capaces de descubrirlo. Pero quienes lo descubren de verdad se dan cuenta que merece la pena darlo to– do en cambio. Todo lo demás pasa, pero ese tesoro permanece para siem– pre. Y es la única moneda que sirve para esta vida y para la otra, y que siempre puede ir creciendo en valor. He aquí un auténtico sentido de la parábola de este domingo. Merece la pena que reflexionemos y comprendamos que hay algo por lo cual vale vivir y morir. 103

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