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tructuras. Para eso se celebró un Concilio. Y en el mensaje de los Padres conciliares se lee: "Dirigimos todas nuestras energías y todos nuestros pensamientos sobre nosotros, prelados, y sobre la grey que se nos ha confiado, para renovarnos de tal manera, que aparezca a todo el mundo la faz amable de Jesucristo, que luce en nuestros corazones para resplandor de la claridad de Dios". Nosotros quisiéramos en la Iglesia un resplandor sin sombras. Que todo fuera perfecto. Olvidamos que, aunque obra divina, cuenta con hombres. Y los hombres hacen sombra en su planeta. Por ello cuando se habla de la santidad de la Iglesia hay que te– ner en cuenta que esa santidad sólo llegará a su plenitud en el fin de los tiempos, que es una santidad escatológica. Por ello, ya advertía San Agustín: "Cuando en mis libros cali– fico la Iglesia como sin mancha ni arruga, no ha de entenderse co– mo si ya lo fuera, sino que se prepara para serlo, para cuando aparezca en la gloria. Porque de presente, por razón de la mucha inexperiencia y flaqueza de sus miembros, tiene que confesar (le nuevo cada día :"Perdónanos nuestras deudas ... ". Los Padres conciliares no han olvidado ese sino de la Iglesia y por ello dicen: "La Iglesia, a la que todos estamos llamados en Cri.sto Jesús y en la cual conseguimos la santidad por la gracia de Dios, no alcanzará su consumada plenitud sino en la gloria celes– tial". Lo cual no es una invitación al fatalismo y a la pereza. Por eso de que tiene que existir el mal, no hacer nada por combatirlo. Pe– ro sí sucede que, ordinariamente, nos juzgamos buenos y a los de enfrente malos. Nuestro juicio es muy injusto. Puestos a examinar las cosas y los casos con hondura tendríamos que coincidir con el pensamiento de B. Shaw "los hombres realmente malos son tan escasos como los hombres realmente buenos". Cristo no quiso que se diese ese error en la parábola de la cizaña y por ello impidió que la arrancasen de momento: "No, que podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta !a siega". Lo cual no obsta para que nos esforcemos por obrar el bien en el mundo, y en nosotros. También dice el Concilio: "Mientras que con la esperanza de los bienes futuros llevamos a cabo la obra que el Padre nos encomendó en el mundo y labramos nues– tra salvación". 101
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