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Decimocuarto domingo «Por eso, muy a gusto presumo de mis debi– lidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil entonces soy fuerte» (2 Cor. 12, 9-10). MI FUERZA ESTA... Mi fuerza está: En mis músculos. Puedo pelear con cualquiera y vencerle. En mi arte de kárate, de judo. Puedo hacer una llave que tumbe en el suelo a un hombre de ciento treinta kilos. En mi cuenta corriente. En los Bancos, cuando entro por la puerta, ya están avisando por el teléfono interior al director. En mis armas. Si las soltase haría temblar a media humanidad ... En mi industria. Soy un auténtico creador de riqueza. Puedo ha– cer miles de millones este verano. ¿Y cuántos pobres? En mi sonrisa. Poseo un atractivo tal que es como un rayo laser invisible que subyuga a quien se me acerca. Mi fuerza está ... en Cristo. Causa sorpresa que Pablo diga eso. Para llegar hasta ahí, también él tuvo que andar mucho camino. Porque él fue un hombre que también creyó en la omnipotencia de las cartas de los poderosos. Cartas de recomendación para per– seguir a los cristianos. Hasta que la luz le cegó y le lanzó al suelo sobre el polvo del camino de Damasco, y vio a Cristo. Desde enton– ces su fortaleza fue Cristo. 94

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