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LAS COLECTAS Decimotercer domingo «Bien sabéis lo generoso que ha sido nuestro Seiior Jesucristo: siendo rico, por vosotros se hizo pobre, para que vosotros, con su pobreza, os hagáis ricos. Pues no se trata de aliviar a otros pasando vosotros estrecheces; se trata de nivelar. En el mo,nento actual, vuestra abun– dancia remedia la falta que ellos tienen; y un día la abundancia de ellos remediará vuestra falta; así habrá nivelación» (2 Cor. 8, 9 13-14). Se nos acusa a nosotros, y quizá con razón, de la frecuencia de las colectas. A muchos fieles les molesta que cada domingo haya una colecta distinta. No les molesta porque les distraiga de la participa– ción en la Eucaristía, sino porque les duele en la cartera y a lo peor en el corazón. Pero tenemos que decir que las colectas no las hemos inventado nosotros. Como vemos por la carta de San Pablo el sistema es tan antiguo como el cristianismo. San Pablo, mientras fundaba iglesias y predicaba por doquier, tam– bién organizaba colectas para la iglesia de Jerusalén que se había empobrecido con el sistema establecido primitivamente, según nos cuentan los Hechos de los Apóstoles. Una experiencia más de las muchas que estableció la humanidad, que no dio resultado. Y visto lo visto, y teniendo en cuenta al hombre -sin llegar al pecado origi– nal como hacen algunos-, eso no dará resultado sin una disciplina especial, a veces férrea. Dejemos la teoría. El hecho es que San Pablo organizaba colec– tas. Y nosotros no podemos tener mejor patrono ni mejor patrón. Patrón, modelo en el sentido de que él se eleva a Jesucristo que lo dio todo, que se hizo pobre para que nosotros nos hiciésemos ricos 92
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