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Séptimo domingo «Hermanos: ¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no fue primero «sí» y luego «no» (2 Cor. 1, 18). ¡PALABRA DE HONOR! San Pablo, ante algo baladí, plantea una cuestión trascendental. Baladí era el itinerario de su viaje. Los de Corinto se molestaron porque en una carta anterior les había dicho una cosa y a última hora les tuvo que mandar recado de un cambio de ruta. Disputa– ron por su gran amor al apóstol y porque querían tenerle mucho tiempo con ellos. Los murmuradores llegaron a dudar de la vera– cidad del apóstol, de su doctrina ... Entonces San Pablo se plantea: el no dice sí y no al mismo tiem– po. Y la doctrina de Cristo es un sí rotundo: «En El todo se ha con– vertido en un sí; en El todas las promesas han recibido un sí.» Nosotros también andamos muchas veces deshojando la marga– rita del sí y del no, aun en cuestiones importantes de fe y costum– bres. Algunas personas, alarmadas -buen signo-, nos preguntan: «¿A qué hay que atenerse entonces?» La respuesta, suelo decirles, la tenéis al alcance de la mano. Piensen que soy yo. Y yo quiero dejar esa actitud paternalista de darlo todo resuelto y que no haya nada más que responder amén. Pienso que todos tenemos inteligencia y debemos discurrir. El sí lo tenemos al alcance de la mano. Pues nada más a mano que nuestro propio cuerpo. Creemos que es el mismo de siempre. Y sabemos por la ciencia que cambia constantemente. La ley de la vida es la ley del metabolismo. ¡Ay de nosotros el día que eso no su– ceda! A pesar de ello nosotros seguimos siendo los mismos. Lo funda– mental no cambia. Nuestro yo sigue siendo nuestro yo; nuestra san- 80

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