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Tercer domingo , «Hermanos: Os digo esto: el momento es apremiante. Queda como solución: ... (1 Cor. 7, 29). CON LOS OJOS MUY ABIERTOS Entre el dramático ajedrez de guerras y conversaciones de paz, nos llegan a veces noticias confortadoras: el hombre que es padre a los ciento doce años: el muchacho tuberculoso, desahuciado a los dieciséis, que tiene ochenta y piensa vivir doscientos años ... Todo esto nos dice que la vida sigue. Que cada vez el mundo, aunque sea más estrecho, es más cómodo y da gusto vivir. Llegará un día en que las enfermedades físicas sean curadas. En que la media de vida rebase los cien años. En que los hombres se crean inmortales ... Pero ¡alto ahí! Hay que vivir con los ojos bien abiertos. Y darse cuenta que este mundo pasa. Y que la vida se gasta. Y que poco importa vivir veinte o doscientos años, porque al fin el segundo cero también caerá en la fosa. Somos inmortales porque Dios nos ha hecho inmortales. Porque esta vida es el prólogo de otra que nos espera tras la página negra de la muerte. Y porque pasa la sombra de este mundo, por eso, hay que vivir con los ojos muy abiertos. Y no ser avestruces que los cierren cuan– do son perseguidas por los cazadores, mensajeros de la muerte. 72
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