BCCCAP00000000000000000000933

que se fueron apagando al correr de los siglos. Y de pronto hizo ex– plosión el Amor. El propio Dios se hace hombre; toma nuestra carne pecadora de pecadores. Se hizo uno de nosotros. Comió, bebió con pecadores. Compartió su suelo y su cielo. Oyó sus blasfe~ias. Escu– chó sus palabras y habló con ellos, de tú a tú, cara a cara. Si tuvo cara de hombre fue para que le vieran bien. El gesto de Cristo no lo hemos comprendido todavía ni siquiera los cristianos. Todavía no nos hemos convencido del todo que la Sal– vación nos vino por el Salvador. Porque nosotros no podíamos hacer nada. Así, nada, para salvarnos. Era todo desproporcionado a nuestras posibilidades. El fue el que dio, no un paso, sino un salto gigantesco hacia nosotros, y nos tendió las dos manos, y los dos pies, y toda la vida en la cruz. El fue «propiciación por nuestr9s pecados». En esto consiste el amor. Porque amor, aun entre los hombres, no es dar algo; es darse. Y Dios se dio en donación completa y perfecta, como nadie jamás acertó a darse, ni jamás nadie se dará. Pues Dios no hay nada más que uno. Y ese Dios «mandó al mundo a su Hijo úni– co», Dios como El, pero que se llama Salvador para nosotros. Nos conviene abrirnos al amor de Dios. A esa comprensión del amor más grande del mundo, que se da sin humillar, sino precisamen– te levantando al hombre de su miseria. Y para comprender ese amor lo fundamentai es reconocerse pe– cadores. El soberbio que asegura no necesita nada de nadie, ni amor ni salvación, que se basta a sí mismo, se impermeabiliza al amor y a la salvación de Dios. Por eso, Señor, yo, que soy pecador, confío en ti. Me presento tal cual soy. Esperando la salvación de ti. No es una presunción; es una confianza plena en tu palabra y en tu gesto de amor. No es una ex– cusa para no hacer nada. No. Haré todo lo que me mandes, pues tu ley de amor me obliga; pero reconozco mi impotencia, mi endeblez para todo, y por eso te pido que me des «el querer y el obrar según tu beneplácito». Y sobre todo esa capacidad de confiar en las horas negras, de esperar en las horas de desesperanza. Porque tu amor es más grande que todo; también que mi pecado y que todos los pecados de los hombres. 57

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz