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jada de esta vida nuestra de cada dia que hoy por hoy es la única que tenemos. Dentro de ella, una semilla de eternidad, porque Dios es nuestro Padre y nuestra meta. Tendemos hacia él como a un infinito Amor y como una suprema perfección que se nos ha dado para alcanzar. Es el horizonte inalcanzable. San Juan nos da una esperanza. Llegará el día de la verdad, de lit.:Jrle cara a cara, de ser semejantes a él plenamente. Porque la se– milla de la gracia y de la semejanza ya la tenemos aquí. Nos gusta mucho más el pensamiento de Bergson, tan próximo al cristianismo, que dice: «lo que nos ha llamado la atención en Jesús es la consigna de seguir siempre adelante. De suerte que se podría decir que el elemento estable del cristianismo es la orden de no de– tenerse nunca.» San Pablo repitió de una manera o de otra aquello que condensó en su pequeña frase de que mientras «estamos aquí no tenemos ciu– dad permanente ... ». Podríamos multiplicar las citas apostólicas y cristianas, pero pre– ferimos citar de nuevo a otro autor no cristiano para que veamos cómo ese anhelo de acercarse a Dios que es la perfección suma es uni– versal. Gandhi dijo: «Yo no soy más que un buscador de Verdad. Pretendo haber en– contrado un camino que conduce a ella y hacer todo lo que está a mi alcance para alcanzar la meta. Pero confieso no haber llegado a ello.» Eso tenemos que confesar todos nosotros. la diferencia de los cristianos es la seguridad de saber que eso llegará, y que eso no es algo neutro, sino algo personal, amoroso, pate~no: son los brazos abiertos de Dios, nuestro Padre, que nos espera. Mientras llega la hora le hemos de ver en destello por doquier. Porque esa vida divina ya ha comenzado. Esa vida dentro de cada uno está. la trepidación del vivir actual no nos permite, algunas veces, sentir su latido. Pero si ponemos un poco de interés ... , entonces nos convenceremos que de verdad somos hijos de Dios y hacia Dios vamos. 53

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