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mudecen las campanas y redoblan los tambores de la muerte. Y tras el si'lencio de un sábado, sellado por una losa, vuelven a repicar, locas de alegría, las campanas en el aleluya pascual. He aquí una síntesis de toda la vida del Hombre-Dios: Se dan en pocos días las facetas principales de todo lo que pueda ser la vida de un hombre. En este caso de un Hombre único, divino, que es Dios también. Pero podría ser la síntesis de la vida de un hombre cualquiera. En la vida de todo hombre hay sonrisas y lágrimas, triunfo y fracaso. Todos los hombres tienen amigos, pero que nadie se haga ilusiones, no le faltarán enemigos y cuanto más alto suba más ene– migos tendrá. Alguien le traicionará, alguien muy íntimo, muy que– rido, en quien se tenía inmensa confiaza. Pero el amor, la bondad, el sacrificio, la abnegación, la lucha ha de estar sobre todas esas bajezas, si no queremos ser vencidos por ellas, si no queremos ver– nos mezclados en toda esa bajeza: «Hay que vencer el mal con el bien.» ::>ues siempre será cierto que al final de la vida de un hombre cua'lquiera que ha sabido vivir en cristiano su existencia brillará la luz de una estrella. Una estrella que en la mañdna de la resurrección titilaba amorosamente en el horizonte. Sin esa esperanza cierta de otra vida mejor, difícilmente podría- mos llevar nuestra jornada con alegría. Nos sentiríamos asfixiados por la tristeza, por el tedio, la desilusión, el sin sentido de una vida que se acaba sin saber por qué ni para qué. Seríamos de aquellos pesimistas que creen que vivimos para morir, y no que morimos para resucitar. Como el «grano de trigo que tiene que ser echado en la tumba del surco para que dé fruto». Bueno será que durante esta Semana Santa, entre golpe y golpe de tambor o de remo o de claxon de coches por las carreteras de España pensemos un poco en todo eso que es lo permanente. Que no pasa como el redoblar de los tambores, la estela de las barcas o los nadadores, ni los coches que ruedan incesantemente, dejando humo maloliente tras de ellos. Y mucho mejor si encontramos un rato en cualquier rincón de España, mientras descansamos en esta Semana Santa grande, una Iglesia para dar paz y descanso también al alma. 43 ¡

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