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muchas otras cosas más: «Padre, te he glorificado llevando a cabo la obra que me encomendaste.» Donde raya, entre lo sublime y lo trágico, la obediencia de Cristo es en Getsemaní: sintió angustia, odio, repugnancia vital a obede– cer. Entró en aquel huerto que iba a ser capilla para El, gritando casi: «Padre, todo te es posible, haz que pase de mí este cáliz. Pero no se haga mi voluntad sino la tuya.» San Pablo sin duda hace referencia a aquellas horas mortales cuando escribe en la carta que hoy pone a nuestra meditación la li– turgia: «Cristo, en los días de su vida mortal, con gritos y lágrimas, pre– sentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuan– do en su angustia fue escuchado. El, a pesar de ser Hijo, aprendió sufriendo a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.» Unas palabras como para meditarlas lentamente. Como para dejar que vayan esculpiendo en nuestra alma una postura ante la vida. Sin duda que el joven será siempre rebelde, pues es ley de vida, de avance y eso siempre lleva consigo el roturar caminos. Pero sin demoler lo bien construido. El joven· que no quiera ver al final de su existencia cenizas a su alrededor, ser un frustrado, ha de some– terse a unas normas, mejorarlas y avanzar. Considero que la lección tiene más valor para los Jovenes que para los mayores. los mayores se acomodan más fácilmente por co– modidad o zorrería. Pero el joven ha de acomodarse por convicción. le tocará sufrir, será como un freno en su ímpetu de potro desboca– do, pero sólo así encauzará su ruta. De lo contrario se le pasará el tiempo en fuegos de artificio, en nuevas experiencias, y cuando lo haya experimentado todo, quedarse sin nada. Tenemos el movimiento de los «hippys». Parecía que iban a revolucionar el mundo. Ahora todo ha quedado en nada. Se ha en– tonado un réquiem por el movimiento «hippy». Otros surgirán. No desearía, en esta esperanza de un mundo mejor, que sucediese lo mismo. Porque el mundo mejor lo tienen que forjar los jóvenes. Pero sometiéndose a los mayores. Sabiendo obedecer a unas personas que les quieren, a una civilización que ha sido conseguida con dolor y esfuerzo y a unas normas que, aunque se lo parezca, no son ca– prichosas. 41

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