BCCCAP00000000000000000000933

Por ello, al darnos Cristo con su muerte la vida a nosotros, ha sido mucho más que un boca a boca. No sólo un poco de aire. Nos lo dio todo. Y nos echó a andar por el mundo. Nos cuesta a nosotros reconocer que todo es gracia. Quisiéramos ser algo por nosotros mismos. Acaso aceptamos un poco de présta– mo de Dios. Pero todo ... Y, sin embargo, nada nos ensalza más que eso, pues nos ha vinculado a una raza divina. Nos ha hecho seme– jantes a El. · Aceptado que todo es gracia de. Dios, queda en pie el misterio de por qué Dios da más a unos que a otros. Siempre será la parábola de los talentos, que reparte desigualmente. Aunque queda la posibi- 1 idad de que cada cual haga producir su talento, su gracia al máximo. Y esta posibilidad la tenemos cada uno de nosotros. SL existe diferencia es principalmente por la aplicación, por el rendimiento de la gracia que cada uno logra. Es Importante esto, porque todos estamos llamados al culmen de la perfección cristiana. Ahora también. San Pablo dice: «Así muestra. en todos los tiempos la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nostras en Cristo Jesús.» A veces esperamos milagros de Dios. Existe algo mágico en nues– tras oraciones. Y no comprendemos que Dios nos ha dado ya las raíces para poder florecer. El que todo sea gracia de Dios no quiere decir que nos sentemos a esperar el prodigio. Significa que tenemos una vida, un talento, unos medios para prosperar en todos los órde– nes. Y que siempre podemos un poco más. Quiero terminar con otra anécdota de San Francisco que ya al final de su vida solía repetir: «Soy el mayor pecador de la tierra.» Los que le rodeaban le interpelaban: «¿Pero cómo dices eso?, eso es mentira. Porque los ladrones, los asesinos, los criminales de toda especie... » -Sí, es verdad, pero si a ellos Dios les hubiera dado las gracias que a mí, hubieran sido mejores que yo. Nos cuesta creerlo. Pero ahí queda este interrogante: ¿Cómo aprovechamos nosotros la gracia de Dios? ,39

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz