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resucitado. El agua que cae es el símbolo de la muerte, el agua que salta, símbolo de la resurrección. Bautizar a un niño o a un adulto es ponerlo en el camino de Jesús. Cuando se trata de un niño, el bautismo es punto de partida. Poco a poco el niño irá descubriendo a Dios y a Cristo. Un día se hará consciente de su bautismo. Quizá en «su profesión de fe», al hacer la Primera Comunión. Quizá en su confirmación, sobre todo si reci– be este sacramento en edad en que pueda decir «creo» de manera verdaderamente personal. Hoy muchos hombres y mujeres se bauti– zan en edad adulta, como sucedía con frecuencia entre los primeros cristianos. No hay edad para recibir el bautismo, no hay edad para empeñarse en el seguimiento de Cristo Salvador («Imágenes de la Fe», núm. 93.) Ciertamente que el bautismo es un símbolo. Lo fue el agua de Noé y tanta agua y sacrificios como corrieron en el Antiguo Testa– mento. Pero además es una realidad. Algo que corresponde a una íntima necesidad que la humanidad tiene de purificación. En el bautismo cristiano se trata de una nueva vida, como nos recuerda Cristo. Vida, muerte y resurrección en Cristo, como nos escribe reiteradamente S. Pablo. Es el sacramento de la incorpora– ción a Cristo con todas las consecuencias. Y el sacramento del se– guimiento de Cristo. No nos podemos parar en el bautismo como tantos parece que han hecho. Es el primer paso. Y Cristo-Camino pide un seguimiento. En fe y en vida. Esto es fundamental. De alguna manera se ha expresado esto .en todas las religiones. Copio -y vamos de copia- un texto budista antiguo: «El Ser de Bendición pasó por delante de mi casa. ¡Mi casa, la casa del barbero! Corrí tras él, se volvió y me esperó. ¡A mí, el bar– bero! Le dije: «¿Puedo hablarte, oh Señor?» Y él me dijo: «Sí.» ¡«Sí!», a mí, el barbero! Y yo dije: «¿Acaso existe la paz para un ser como yo?» Y él dijo: «Sí.» ¡Incluso para mí, el barbero! Y yo dije: «¿Puedo seguirte, oh Señor?» Y él dijo: «Sí.» ¡Hasta yo, el barbero! Y yo dije: «¿Puedo quedarme, oh Señor, cerca de Ti?» Y él dijo: «Puedes.» ¡Has- ta yo, el pobre barbero!» ' Esto traducido a nuestra fe y a nuestro lenguaje cristiano quiere decir que el bautismo está abierto para todos y que es mucho más que quedarse junto a... Es incorporarse a Cristo. 33
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