BCCCAP00000000000000000000933
Domingo segundo después de Navidad «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Se– ñor Jesucristo, que nos bendijo en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales, en el cie– lo» (Ef. 1, 3). LAS BENDICIONES DE DIOS Las bendiciones de Dios sobre los hombres son muchas. Y no que– dan en el cielo. Han comenzado a surtir su efecto aquí, en la tierra. Por ejemplo, la bendición de la vida. Vivir es mucho más que una suerte; vivir es una gracia. Es haber sido elegido, en ese trenzado de la historia, entre millones de millones. Y la vida, aunque a veces nos resulte amarga y pesada, es una maravilla. No hay ningún hombre en sus cabales que cambie su vida por nada. Por eso cuando alguien se suicida decimos que perdió la razón. Pero este domingo nos pone en primer plano dos gracias que Dios nos ha concedido a nosotros. Una, vinculada con la fiesta de Año Nuevo. Precisamente la de darnos a su madre como madre nuestra. Nos– otros sabemos que espiritual, cristiana, misteriosamente, somos hijos de María. El eslogan de un santo puede ser nuestro propio eslogan: «la madre de Dios es mi madre.» Así lo creemos -aunque no sea ningún dogma de fe-, así la in· vocamos, y tenemos la plena confianza de ser correspondidos por ella. Aunque no sea una verdad de fe en el sentido estricto, racional– mente se deduce de tantas verdades que nos recuerda el Nuevo Tes– tamento. San Pablo no se cansa de decirnos que «somos de Cristo». Estamos incorporados, injertados, en Cristo. Formamos con él un Cuer- 24
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz