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jen o dejen de trabajar. Pero eso puede ser una minoría. Y volvien– do la hoja, es otra manera de prostituir a la mujer. Es hacerla víctima del consumismo y ponerla al nivel. de cebo para el hombre. Aparte de que se trata de un número muy reducido, casi la excep– ción que confirma la regla, sabemos muy bien que millones de muje– res en el mundo necesitan ser liberadas. Liberadas de un trabajo esclavizante. Echamos contra la sociedad de consumo, a veces con razón. Pero, bien pensadas las cosas, la so– ciedad de consumo supuso para muchas mujeres una auténtica libe– ración. Dejó de ser la auténtica esclava del hogar, donde tenía que trabajar como una esclava, porque de pronto comenzó a trabajar «Ru• ton» ... Pero hay millones de rincones en el mundo donde los adelantos del consumismo no han llegado. Donde esa esclavitud doméstica per– siste. Y hay otras esclavitudes. Por ejemplo la de no poder salir del ho– gar, que era todo su mundo: «Cría hijos y teje lana», se decía anti• guamente. La de no ser sujeto capaz de derechos: no podía votar, no podía ser tutor, no podía ocupar puestos de responsabilidad, no podía viajar sola ... Necesitaba el permiso del marido para casi todo. Existía, y existe en tantas partes, la esclavitud de la incultura. Si se va a contar el número de analfabetos, sin duda es mayor el núme– ro de mujeres que de hombres. No porque tengan menos talento, sino principalmente porque han tenido menos posibilidades de ir a la es– cuela. No era para ellas. V no digamos a los institutos y universida– des: hasta no hace mucho, en nuestra Patria era mal visto. V sigue siendo mal visto en muchos países. Pienso que enfocar el problema de todas por el de unas pocas es tener unas miras muy estrechas y muy achatadas. Nosotros, en este primer día del año, miramos más arriba, y percibimos que la auténti· ca liberación de la mujer comenzó cuando Dios quiso «nacer de mu– jer». Por la bendita entre todas las mujeres comenzaron a ser benditas fas mujeres, y liberadas. Y la cosa sigue, pues también deben ser li– beradas de ese «muñequismo» sofisticado donde tienen peligro de caer. 23

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