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Suscribo totalmente la frase: «Hay qúe predicar el Evangelio.» Pero quizá si muchos leyesen el Evangelio se darían cuenta que las páginas eternas del libro sagrado tienen muchas implicaciones tem– porales. Y que el Evangelio no hay que predicarlo a los ángeles, sino a los hombres. A ti y a mí, que comemos tres veces al día, que ves– timos y calzamos, que estamos bajo un régimen, que vivimos entre persoras que sufren, trabajan, callan y anhelan un mundo mejor. Si el Evangelio no se predica con una aplicación concreta, urgen• te, para los hombres de ahora, se esteriliza. El Evangelio es «buena nueva». Y si no tiene una solución, o al menos un cauce de solución para tantos problemas que hacen sufrir a los humanos, mal veo que pueda ser «buena nueva». Plenamente conformes que no hay que hacer demagogia a propó• sito del Evangelio. Ni el altar ha de ser trampolín de lucimiento per– sonal, ni vehículo de unas ideas políticas, sean del color que sean. El Evangelio, si no es para todos, no es para nadie. El Evangelio es revelación de Dios a los hombres. V cuando, por ejemplo, las gentes tienen hambre, tienes que hablarles de pan. Apar· te de que el cielo se nos dará a cambio del pan que demos al ham– briento -esto es puro Evangelio-, lo primero que necesita esa per• sona es llenar el estómago. Luego se le podrá saciar el corazón, que está mucho más cerca del estómago lleno que del vacío. Decía Gan• dhi: «Si Cristo viniese a la India, vendría en forma de pan.» Y en for• ma de pan ha ido, pues la labor misionera se llama ahora promoción y desarrollo. Cada hombre es un mundo. El Evangelio es para todo el mundo Mas la aplicación hay que hacerla para realidades concretas. Lo que puede sonar bien en una región puede ser dinamita en otra. Pero -y el pero no lo pongo yo; lo pone San Pablo- el Evangelio es, ante todo y sobre todo, «para traer a todas las naciones a la obe– diencia de la fe». Si no conseguimos eso, cada cual en la parcela que le ha sido encomendada, estamos haciendo el canelo -sea dicho con todos los respetos-, y no predicamos «el Evangelio de Cristo Jesús». 15
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