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Tercer domingo de Adviento «No apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía; sino examinad/o todo, que– dándoos con lo bueno» (1 Tes. 5, 19). ¡ABAJO LOS PROFETAS! Dan ganas, con todos los respetos, de contradecir a San Pablo, que nos dice hoy: «No despreciéis el don de profecía ... » Cuando uno ve, lo que ve y oye lo que oye se encorajina contra tantos que se dicen profetas de los nuevos tiempos y no son nada más que charlatanes de feria que nos quieren hacer pasar por buena su mercancía. Por mucho que nos digan que lo blanco es negro, y lo verde gris, cuando se rozan verdades que todos creemos como de fe, sobran las teorías y las profecías. ¡Serán profetas! Pero de esos «falsos profetas» que siempre han pululado. De los que nos habla la Biblia en casi todos sus libros, y también San Pablo. Hoy estamos en un período de efervescencia de profetismo. Por ello resulta fácil camuflar el oropel de la falsa profecía entre el oro viejo, eterno, de las grandes verdades que nos han revelado los autén– ticos profetas, y sobre todo Cristo, el gran profeta. También escribió San Pablo: «Ni aunque un ángel del cielo os anuncie un Evangelio dis– tinto del que yo os he anunciado ... » Y, sin embargo, San Pablo tenía razón en lo que hoy nos quiere enseñar: « No despreciéis el don de profecía, sino examinadlo todo, quedándoos con lo bueno. Guardaos de toda forma de maldad.» Pues justamente lo que nos quiere inculcar es el discernimiento. Separan– do lo malo de lo bueno. Que también entonces había mucho pregone– ro de resplandecientes novedades. 12
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