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Solemnidad de Cristo Rey «A Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. A Aquel que nos amó, nos ha libe– rado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre, a El, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén» {Apoc. 1, 5-6). EL PRINCIPE DE LOS REYES Los que dicen que ese título de Rey dado a Cristo está desfasacjo quizá no han meditado profundamente en el significado del mismo. La Iglesia no piensa igual, y ha trasladado la fiesta de Cristo Rey para el último domingo del año litúrgico, como para cerrar con broche de oro la larga escala de los días solemnes. A los que no piensan lo mismo les invito a meditar en las lectu– ras de este domingo de Cristo Rey, especialmente en la segunda (Apocalipsis 1,5-8), que es la que vamos a comentar. Le damos a Jesucristo la gloria y el poder que corresponde, se– gún nuestro concepto, de Rey, porque es el primero de todos. Porque El se ha ganado esa primogenitura por dos cosas importante: por su amor y por la lucha, donde derramó toda su sangre. El concepto de reinado, como efecto de conquista, era algo que estaba muy metido en aquellos israelitas que entonces, como ahora, quitaron sus tierras a los que las habitaban. Ellos, que las conquista– ron, eran sus dueños. Al frente pusieron sus caudillos, y alguna vez fueron reyes. 134

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