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Estos sacerdotes participan de una forma eminente del sacerdocio de Cristo. Pero, al fin y al cabo, son meros ministros. Se suceden muchos sacerdotes a lo largo de la Historia; pero Cristo permanece. El nunca muere. Hay sacerdotes que claudican; pero El nunca clau– dica. El es «santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo». Nosotros somos meros ministros. Y los ministros deben ser fie– les. Deben ser como los cables de la electricidad, que transmiten la luz desde los transformadores hasta las bombillas. Estamos destina– dos a iluminar, no a confundir. Considero todo esto clave. Pues si so– mos lo que somos, o al menos lo que debemos ser; tenemos que acomodarnos a la doctrina. de Cristo, a la institución de Cristo, que es la Iglesia, y no lanzar a los cuatro vientos nuestras propias ideas, a veces muy poco conformes con la ortodoxia. Admiro a aquellos que, no sintiéndose con fuerzas para predicar. algo que no está conforme con su conciencia, abandonan. Podemos til– darles de lo que queramos. Tenemos muchos epítetos para ello, pero al menos son consecuentes. Peor es seguir y tratar de imponer una doctrina que está en contradicción con la fe, con el Evangelio y con lo que la Iglesia ha enseñado al correr de los siglos. En este siglo, también. Bernanos, en su « Diario de un cura rural», tiene estas reflexiones: « i La palabra de Dios! Devuélveme la palabra, dirá el Juez el úl– timo día. Y cuando se piensa lo que algunos tendrán que sacar en aquel instante de su pequeño equipaje, no se sienten deseos de echar– se a reír, no. ¿Hemos guardado la Palabra? ¿Acaso hemos ido midién– dola cuidadosamente? ¿La hemos dado igual a los pobres que a los ricos?» Unas preguntas para mí, sacerdote. Porque, al fin, somos ministros, no dueños. No podemos imponer, debemos transmitir. Fielmente. Eso requiere mucho estudio, mucha reflexión y mucho tiento. Pues tam– poco puede ser la palabra de Dios algo amorfo, que resbale sobre las situaciones actuales. Es para ahora mismo. Y tiene su aplicación concreta, que nosotros hemos de tener el valor de hacer. Porque también se necesita mucho valor para ser ministros de Cristo en el momento presente. 129

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